lunes, 15 de septiembre de 2008

universitarias

Ni alcanzar un objetivo personal ni honrar a mis padres consiguiendo el título.

El verdadero motivo por el que apuro mi paso por la universidad es para, de una vez por todas, dejar de sentarme en esos estúpidos bancos de escuela que inundan las aulas de mi facultad: las sillas con pupitre incorporado.

¿Acaso el retrasado que las diseña intentó alguna vez encajar en esa estructura de caños y melamina? no me cabe ninguna duda de que jamás lo hizo. No explicaría de otra forma las maniobras desesperadas que tengo que intentar cada vez que me toca cursar en la facultad de peronismo y comunicación social: deslizarme de costado por el espacio que queda entre el asiento y el brazo metálico para poder sentarme; acomodar el bolso en la parrilla que está por debajo del asiento, no sólo encontrando la posición más cómoda para poder dejar mis pertenencias, sino cuidando que estas no caigan por el espacio abismal que separa un caño del otro; mantener siempre un peso encima de mi cuaderno para que este no se deslize en caida libre, ya que la tabla que lo sostendría está levemente desnivelada, como queriendo enfrentarse al alumno; y si efectivamente se cae, intentar siquiera alcanzar el piso con las manos por encima de ese edificio de chatarra celeste que son los pupitres de mi facultad ¡Pero por favor! ¡Nada más alejado del diseño ergonómico!

1 comentarios:

Juliana Godoy dijo...

era un chiste igual